La Academia de Ciencias Médicas de Bilbao rompe los mitos surgidos con ‘CSI’ en torno a la profesión de forense.
«En las series todo sale bien. Aparecen restos de ADN y ya está: caso resuelto»«Recuerdo un caso al que tuvimos que dedicar muchas horas. Era un descampado con un vivero y un pozo; y en su interior, tapado con piedras, apareció el cadáver del muchacho. Tuvimos que analizarlo absolutamente todo. Cómo estaba la hierba, si había pisadas, qué tipo de huellas. También estudiamos la resistencia del suelo para conocer el peso del sospechoso. El tamaño de la pisada nos dio el tipo de zapato y, por tanto, la estatura y la complexión del individuo. Con un resto de cabello, supimos su color del pelo. Así es nuestro trabajo. Cuando acabas de estudiar todas esas pijadillas, sabes más o menos la pinta del señor que pudo cometer el crimen».
El médico Rafael Alcaraz, jefe de servicio de Patología Forense del Instituto Vasco de Medicina Legal en Bilbao, describe así la profesión a la que se dedica desde 1977, hace 32 años. «No me desagrada diseccionar un cadáver e investigar con él porque ése es mi oficio», afirma. «Pero también me da mucho gusto cuando me cojo 4 ó 5 días libres y sé que en ese tiempo no volveré a ver un muerto. Es genial», afirma el especialista, que hoy ofrecerá en Bilbao una conferencia en la que se ha propuesto romper los mitos que series como ‘CSI’ han atribuido a la profesión. El acto, que forma parte de la Semana de Humanidades de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, se celebrará a las siete de la tarde en los locales de la Universidad del País Vasco de la calle Banco de España, del Casco Viejo.
La profesión de forense, según dice, no se la han inventado las producciones de televisión americanas. «Las primeras autopsias las practicó la Escuela de Alejandría, cuatro siglos antes de Cristo». El trabajo tampoco es tan sencillo como lo pintan Grissom y Horatio. «En las series todo sale bien a la primera, aparecen restos de ADN y casualmente están en la base de datos. Ya está: caso resuelto».
En los últimos quince años, las nuevas técnicas de identificación de ADN, la fotografía digital y la informática han propiciado un enorme desarrollo de la profesión. Pero el trabajo básico sigue siendo artesanía pura. «Nadie acude a un servicio de Urgencias y lo primero que le hacen es una resonancia magnética», explica.
El trabajo de forense comienza en el escenario de la muerte, con la recogida de pruebas. Después el cadáver se traslada a la sala de autopsias. Inspección ocular vestido, luego desnudo. Se buscan señales, marcas de violencia, pruebas en la ropa. Después empieza la disección y el análisis de restos. Todo se fotografía. En cinco días puede estar terminada, pero a veces pasan meses. En Londres una autopsia llegó a durar seis meses. «Medio año con un cadáver sobre la mesa es mucho intimar. Al final -dice Alcaraz con sorna-, acabas tratándole de tú».
* F. APEZTEGUIA| BILBAO (Feb.2009)